Ser payaso es una profesión y ser payaso de hospital es una profesión especializada de máxima dificultad. Cuando un payaso trata de hacer reír a los niños que están sentados en las gradas del circo, se encuentra con un público más que predispuesto a reír, pero el payaso que entra en una habitación de hospital, encontrará con toda seguridad a un niño asustado, angustiado, y tendrá que maniobrar e improvisar para conseguir que aquel niño se reencuentre con el estado emocional tranquilo y relajado que le ayude a sobrellevar la hospitalización.
Además, estos divertidos y necesarios personajes acercan al personal sanitario a los pacientes de pediatría, acompañan a los pacientes adultos y ayudan a sus familias a disminuir los efectos que el proceso terapéutico acarrea: miedo, angustia, apatía, incertidumbre y dolor al ver un sufrimiento difícil de entender y de digerir en cualquier caso.
En definitiva, los payasos de hospital hacen que ese niño, lejos de su baúl de juguetes y de su habitación, encuentre en el hospital un lugar más cercano, acogedor y lleno de la magia y la alegría necesarias para alimentar su estado emocional, pieza clave para una recuperación más rápida y exitosa